MALAGUA

Una ruta entre Miraflores y San Bartolo pasando por Punta Hermosa,
dedicado a Ximena González,
La Princesa de El Bosque - 18 de Septiembre 0835
y a Manolo, Vania, Alan y Alfonso,
testigos de tanta insania.
Una época no está poblada únicamente de seres de carne y hueso; también de los fantas,mas en que estos seres se mudan para romper las barreras que los limitan y los frustran.

Mario Vargas Llosa. La Verdad de las Mentiras.

(...) Yo las recuerdo
no sé si muertas
en la playa de mi infancia
junto a bañistas que huían de su viva urticaria.
Nadie veía cómo,
igual que cualquier gelatina, se disolvían al sol
y regresaban al mar
con la ola que a mí me amenzaba.

José Watanabe. Cosas del Cuerpo.

Malagua de fresa
Malagua de cherri
Malagua de limón
El azul océano
La mar
en lo alto.

Luis Hernández. Al borde de la Mar.


Somos malaguas
varadas en playas desiertas
diseños en colores transparentes
solo para el sol lejanísimo;
si hubiera una caricia pura,
seríamos mariposas recién nacidas
alegrando las tardes
Oh Ángel hermoso que loado no has de verte.
Charles Baudelaire

En la triste ciudad de la alegría,
quemamos los últimos castillos de la tarde;
ojos brillantes como de vidrio,
una jarra de cerveza sobre el mantel de hule.
Si una mujer nos viera ahora,
seguramente se enamoraría de nosotros;
y esa rosa podría empezar algo,
ésas de hecho siempre están ahí aplastadas,
esperando una pala mecánica.
Las parejas de gatos nos saludan
en su camino a los cinemas;
y yo las he visto varias veces en los pasadizos de los mineros.
No vamos a hacerlo.
Golpeamos los vasos donde todos han bebido la alegría,
solo para acompañar la canción de le lengua luminosa poblada de edificios.
Volverse hacia el fondo de la cueva y pretender establecerse para siempre
Mino Jolay

Por las lunas de tus negros anteojos
resbalan copas nerviosas de árboles
contra los últimos fuegos de la tarde.
Chirriando se detienen dirigibles,
y paren esa ronda multicolor de paracaídas
invitándote a abandonar el parque.

Llevas tu paso cansino
por toboganes de veredas babélicas
donde vibra el runrún incesante
de acelerados patinadores
intercambiando besos y saludos,
en los pasadizos,
entre las mesas,
inútilmente hipnotizados
por los peces de las vidrieras
con algas de neón intermiente.

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